miércoles, 6 de octubre de 2010

Un Rey Midas en ciernes


Un día de 1965, cuando trabajaba yo como bibliotecaria en la escuela View Ridge, de Seattle, una maestra de cuarto grado fue a verme. Me dijo que uno de sus alumnos siempre terminaba sus obligaciones antes que los demás, y que necesitaba algún quehacer estimulante; se le había ocurrido que quizá pudiera yo dárselo en la biblioteca. "Esta bien, mándame al chico" le respondí.

Al poco rato se presentó un niño delgado y rubio, vestido con una camiseta y pantalón de mezclilla, y me preguntó si tenía trabajo para él.

Me puse a hablarle un poco del sistema decimal de Dewey, que se utiliza en las bibliotecas para ordenar los libros en las estanterías, y él comprendió la idea al instante. Luego le mostré un rimero de tarjetas de libros supuestamente prestados, cuya fecha de devolución había vencido desde hacia mucho; yo sospechaba que sí se habían devuelto, pero que estaban guardados en anaqueles que no les correspondían, con tarjetas equivocadas.
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